Monday, October 08, 2007

Juntos en la soledad

¿Y qué quieres que haga? Todo me sale mal; no soporto esta soledad, y a veces me molesta hasta que me hablen; eso sin mencionar otros problemas familiares: mi mamá siempre tiene algo; menos mal que mi hija se fue…
Debo confesar que al principio no presté mucha atención a lo que oía; luego –lo reconozco- empecé a interesarme. La charla entre dos mujeres, jóvenes aún e incluso bonitas y de buena apariencia, despertó mi curiosidad.
-Pero de esa forma no vas a resolver nada -le dice la que parece tener menos edad.
-Y tú crees que yo no lo sé –responde- pero por lo menos, logro evadirme de mis problemas. No me negarás que eso ya es algo…
-Tú podrás decir lo que quieras, pero embriagarte no es la solución.
El estudio del alcoholismo en la mujer, según especialistas en la materia, se ha incrementado en las últimas décadas debido, en lo fundamental, a la mayor vulnerabilidad biológica, psicológica y social de las féminas ante la magnitud de los problemas que giran a su alrededor.
Las primeras modificaciones del rol femenino se escenificaron en la familia cuando muchas de ellas fueron lanzadas al mercado del trabajo y pasaron del interior de sus hogares a vivir de un modo muy intenso puertas afuera.
Muchas y muy variadas han sido desde entonces las formas de ocupación de la mujer, incluidas aquellas que suponen un elevado riesgo de adquirir el mal hábito de ingerir bebidas alcohólicas, como el arte, la publicidad y los cargos directivos asociados a un fuerte nivel de estrés, sin excluir las actividades propias de la producción, manipulación y expendio de estos líquidos, las cuales constituyen fuente de empleo para este importante sector de la sociedad.
El proceso de alcoholización de la mujer está determinado por sus propias reacciones ante algunos acontecimientos vitales, el estrés y los desajustes de su propia imagen; la pérdida de la fertilidad en el período climatérico, la separación de los hijos y la ruptura de la pareja por divorcio o separación, constituyen factores que muchas veces llevan a la mujer a consumir alcohol.
Pero también inciden causas familiares, culturales, ocupacionales y económicas, que asociadas a otros elementos propios de la vulnerabilidad biológica como las condiciones constitucionales, los genéticos, la edad y el sexo, favorecen el desarrollo del alcoholismo en la mujer.
Estudiosos del tema aseveran que las tensiones vividas por las mujeres en sus roles de madre, esposa y ama de casa y los sentimientos de inadaptación a estos, corren parejas con la insatisfacción de las expectativas personales, tanto en el hogar, como en el trabajo y están íntimamente asociados a su proceso de alcoholización.
En sentido general, la mujer bebe en solitario, razón por la cual es breve el lapso que media entre los aparentes primeros problemas con el alcohol y las graves manifestaciones de dependencia física que se hacen evidentes, pues se acentúan otros problemas derivados de esa conducta, tales como los accidentes caseros y por conducir bajo estado de embriaguez, los daños a la salud y los conflictos en el seno del hogar.
Estudios psicológicos realizados en distintas latitudes a mujeres alcohólicas reflejan la existencia de un grado significativamente alto de depresión, pobreza en su autoestima, afectación en su autocontrol con sentimientos y actos agresivos así como tendencia al pensamiento paranoide. Se habla además de la llamada herencia psicológica para hijos de padres alcohólicos al producir imitación o rechazo de los patrones paternos que favorecen su propio alcoholismo, el casamiento con una pareja alcohólica o una conducta de total abstinencia.
En el caso de Cuba el estudio del alcoholismo femenino interesa por la propia evidencia de su incremento en estas últimas décadas, por la mayor vulnerabilidad biológica, psicológica y social presentes en la mujer y por la magnitud de los problemas que giran a su alrededor.

Rompiendo el silencio

El hecho real de que continúen en ascenso los casos de VIH/SIDA, más en los hombres, y en aumento, en las mujeres, demuestra que los jóvenes y adolescentes carecen de la percepción del riesgo que corren de adquirir la enfermedad y por consiguiente, no asumen una actitud sexual responsable.De ahí que disminuir la incidencia de VIH/SIDA mediante acciones de prevención y promoción encaminadas a lograr cambios de comportamientos en su conducta sexual, continúa siendo uno de los objetivos esenciales del programa que desarrollan grupos multidisciplinarios especializados a escala nacional, provincial y en los propios municipios.Estos mecanismos, integrados por enfermeras, médicos, promotores de salud y otros grupos de apoyo a las personas que padecen el VIH/SIDA, brindan una atención diferenciada a los personas que la padecen mediante las consultas de Consejería Anónima Telefónica y Cara a Cara.La consejería es un diálogo entre una persona capacitada para ayudar y otra que necesita y demanda ayuda; es confidencial y facilita que el interesado exprese sus sentimientos y preocupaciones y tome decisiones responsables sobre su propio comportamiento, a partir de la información que recibe, la que debe ayudarle a enfrentar su nueva situación en la vida.Pero lo más importante, según especialistas en la materia, es cambiar la conducta sexual de los jóvenes. En la actualidad muchos de ellos comienzan a tener relaciones sexuales a edades muy tempranas (13 ó 14 años) y gradualmente empiezan a hacer manitas y a salir con sus “parejas”; uno o dos años después tienen relaciones sexuales sin penetración y luego, un número importante de los que arriban a las edades entre 17 y 19 años, tienen relaciones sexuales. Estadísticas consultadas demuestran que si bien en las primeras décadas del siglo XX la gente tenía su primera relación sexual una vez cumplidos los 20 años, ahora lo hacen apenas arriban a los 18, generándose un descenso constante en este sentido. Y es que las normas y valores relativos a la sexualidad se han hecho más permisivos cada vez, y lo que es peor, muchos adolescentes y jóvenes tienen varios compañeros sexuales durante esta etapa, a pesar de la epidemia del SIDA.Por lo general estos compañeros no son de una noche, de lo que se puede inferir que el estilo de vida dominante del adolescente y del joven es lo que se conoce como monogamia en serie, es decir, emprenden varias relaciones monógamas a corto y mediano plazos, con el consiguiente riesgo de contraer el VIH/SIDA y otras infecciones de transmisión sexual.Estudiosos de esta problemática atribuyen el aumento de la actividad sexual de adolescentes y jóvenes a razones tales como la disminución gradual de la edad de la menarquia o primera menstruación. Hay estudios que demuestran una vinculación definitiva entre la madurez física y biológica y la motivación sexual en el adolescente.Por otro lado, la liberación sexual que tuvo lugar en las décadas de los años 60 y 70 dio origen a actitudes más tolerantes por parte de la sociedad hacia el sexo premarital y aun cuando los adolescentes no son motivados para tener relaciones sexuales, la mayoría de los padres aceptan el hecho de que se interesen por el sexo, lo que hace que estos se sientan libres para practicarlo. Súmase la disponibilidad de anticonceptivos seguros y fiables, en especial, la píldora, que si bien no propician las relaciones sexuales, hace posible que los jóvenes las practiquen sin los riesgos de un embarazo no deseado, ni del aborto, barreras que en otras condiciones serían un impedimento.Las personas con una actitud restrictiva creen que dar información sobre el sexo, no es importante para los jóvenes, pues pudiera poner ideas en sus mentes acerca de practicarlo, al tiempo que creen que la educación sexual no debería ser promocionada y por lo tanto, las píldoras y los condones no deberían estar a disposición de estos tan fácilmente. Los especialistas, sin embargo, conceden gran importancia a la educación sexual para lograr una actitud responsable por parte de jóvenes y adolescentes y consideran que la disponibilidad de anticonceptivos es determinante en la disminución del riesgo de contraer enfermedades asociadas con el sexo.Y aseguran que cuando los jóvenes no se sienten culpables o avergonzados con su conducta sexual, pueden romper el silencio y hablar más libremente con sus parejas sobre temas como la contracepción y la prevención del SIDA. Y afirman que una actitud liberada y abierta hacia el sexo es resultado de una mejor distribución y asimilación de información sobre la contracepción y el sexo sano y ejerce un efecto positivo sobre la salud sexual porque facilita la disponibilidad de los servicios de contracepción y programas de educación sexual para los jóvenes y adolescentes.